
Tabla de contenido
No temas sentir miedo. Camina con él, pues compartís el mismo destino. Al final ninguno de los dos decide, porque la Vida ya decidió por ambos.
Lo que queda por sanar
Hay un aspecto que aún me costaba sanar. Y si como yo estás buscando fervientemente dejarte llevar por la vida y solo hacer caso a tu fe y a tu corazón, creo que también tendrás que hacerlo.
Hoy quiero hablarte del miedo. Es algo que nos ha acompañado cada día de nuestra vida y nos ha hecho crecer en muchos aspectos y limitado en muchos otros. Personalmente, me ha costado muchos años de crecimiento personal poder encararlo como lo hago ahora. Y no porque haga falta ser más fuerte o con más experiencia.
Sé testigo de tus emociones
En parte, algo tiene que ver, pero fundamentalmente creo que se avanza espiritualmente cuando aprendes a ser testigo de tus emociones, cuando las reconoces de manera más nítida, cuando las percibes a lo largo del día, sabiendo de dónde nacen y cuál es su causa en tu Ser.
El centro de tu Ser
En medio de este mapa de emociones, puedes colocarte en el centro de tu Ser, generalmente a través de un estado de no-mente o meditativo. Desde ahí puedes contemplarlas, puedes ver cómo modulan en tu interior y cómo intentan ganar tu atención. Y entonces, dejando que el amor que hay en ti te llene, puedes volver a mirarlas sabiendo que vas a amarlas y que todo estará bien.
Vivir sin miedo
Quiero contarte que sí, que puedes vivir sin miedo. No estoy hablando de un miedo físico, porque entonces sí tendrás que hacer todo lo posible para salir de él. Estoy hablando del miedo a los resultados, a las consecuencias, a los imprevistos o incluso a la Vida misma. Si tienes miedo a lo que la Vida puede traerte, entonces quizás te halles en un estado de victimismo y quizás esta entrada tampoco te ayude. Deberás primero salir del victimismo.
Dicho esto, si has llegado a esta entrada comprendiendo las entradas anteriores, asumiré que ya has conseguido vivir en una comunión muy profunda con tu Dios. Supongo que actualmente vives en paz contigo mismo y con tu pasado, y que quieres deshacerte de los últimos vestigios del miedo que aparece cuando tienes que tomar una decisión, cuando tienes que actuar, cuando piensas en el futuro y en lo que vendrá.
El miedo no decide
Si en tu vida hay un evento que te da miedo, o no te atreves a iniciar algo porque no sabes el desenlace, déjame decirte que ese miedo no desaparecerá. En realidad no se trata de no sentir el miedo. Cuando haya riesgo, es indudable que lo sentirás, pero ahí acaba todo. El resultado o el desenlace no depende del miedo en sí mismo. El miedo no es un ente, no vive en ninguna parte, solo en ti. Tú le das forma y presencia.
Imagina que ante un resultado de algo, una de las consecuencias te da mucho miedo, por el motivo que sea. Ese miedo lo tienes que observar, y debes entender que existe dentro de ti. Después debes ser consciente de que vas a sentirlo te guste o no. Pero ahora viene el detalle: vas a hacer lo que tengas que hacer de todas formas, a pesar del miedo, porque el miedo no decide el resultado.
Déjame explicarte esto. Lo que ocurra después no depende de ti. Tampoco depende de tu miedo. El resultado no depende de nadie ni nada, y ocurrirá con tu miedo o sin él. ¡Ocurrirá de todas formas!
Y recuerda esto: en todas las posibilidades que te encuentres después, estarás acompañado por Dios. Este detalle lo cambia todo, porque entonces sabrás que, pase lo que pase, podrás seguir esforzándote o luchando con lo que venga. Tu miedo no depende de tu esfuerzo ni de tu incomodidad, sino de la sensación misma de seguir sintiendo miedo.
La escalera del miedo
Mira este ejemplo: Imagina que tienes unas muletas y te dicen que tienes que bajar unas escaleras larguísimas, tan largas que tardarás un día entero en bajarlas. Por supuesto, tendrías miedo, porque estarías casi seguro que en alguna parte de la escalera tendrías muchas probabilidades de caerte.
Pero si te dijeran que es imposible caerte, ¿te atreverías a bajarlas? Entonces pensarías que lo peor que puede pasar es la incomodidad y el cansancio, pero si descansas cada poco, tampoco puede ser imposible, ¿verdad?
Imagina ahora que, a mitad de las escaleras, crees que vas a caerte de todas formas porque ya estás exhausto. ¿Y si entonces te dicen que aunque te caigas no te va a pasar nada? Entonces, tampoco te daría miedo.
Imagina ahora que te caes, y justo en la caída, cuando estás en el aire, te dicen que te dolerá pero que no morirás y te recuperarás en dos semanas. Quizás tampoco sea tan terrible en ese momento. ¿Ves qué diferente se vive todo así?
Confía en la Vida
Esto es algo parecido. La Vida no te tiene que decir todo desde el principio. Lo irás sabiendo mientras ocurra, teniendo la certeza de que, pase lo que pase, no será para tanto. Pero esto solo podrás vivirlo y aceptarlo cuando esté ocurriendo, cuando estés exhausto o cuando estés cayendo, no desde el principio de la escalera. ¿Lo entiendes?
No se te explicará nada al principio porque no tiene sentido. Estás al principio de una experiencia que quizás va a ser vivida en etapas o por fases. ¡No quieras saberlo todo desde el principio! Te debería bastar con saber que no será para tanto cuando llegue el momento.
¿Por qué? Porque tendrás a la Vida sosteniéndote. Porque estarás siendo guiado por Dios si lo permites. Y no me malinterpretes, el peligro es real pero el miedo es opcional. ¿Puedes verlo?
¿Y si todo sale mal?
Debes saber otra cosa. Incluso ante un mal resultado, este nunca será más grande que tu propia existencia. El resultado ocurre dentro de tu vida, y eres tú quien le da cabida. Un daño más grande que tú te destruiría, y si sigues aquí, es porque ya lo resististe. Así que todo lo demás será siempre más pequeño que tu Ser, y podrás sostenerlo. No me refiero solo a un daño físico, sino a cualquier experiencia o consecuencia que creas que pudiera atormentarte. Si sigues vivo, es porque ya lo venciste. La Vida ya te sostuvo una vez más.
Ánclate al presente
Entiende que cada etapa del camino se desarrollará en el presente. Por tanto, lo que debes hacer es anclarte al presente sintiendo a Dios.
Hay una cosa que se debe comprender para poder saber cómo actúa el miedo:
El miedo y el presente no pueden existir juntos.
Es muy obvio pero cuesta separarlos. El miedo se alimenta del futuro, del qué pasará, cuáles serán las consecuencias… y en el presente nada de eso existe. ¿Lo ves? Puedes comprobarlo si eres capaz de conectarte con tu Ser y sentir que todo está bien.
La fe te ayudará en todo esto, porque te permitirá dar el paso para seguir haciendo lo que tu alma quiere. Y tendrás que saber que apenas salgas de ese estado meditativo, el miedo se acercará de nuevo porque es su naturaleza, perseguirte. Pero tú, ya intuirás que puedes seguir viviendo a pesar del miedo. Sentirlo no importa, porque realmente no cambia la resolución. Es en realidad una incomodidad en tu camino, una emoción que sabes que sigue ahí, pero no tiene por qué tomar el control de nada.
El lobo en el horizonte
Decidir hacer las cosas sin miedo no es no sentirlo. Es simplemente decidir vivir sin que te condicione. Yo personifico al miedo como un lobo. Es un lobo que siempre verás en el horizonte, esperando a que llegues allí, pero nunca se decidirá a acercarse para atacarte. Lo esclarecedor es que no podrá atacarte porque nunca conseguirá tocarte en el presente. Es solo una silueta destinada a darte miedo para cuando llegues a ella, para cuando la alcances en el futuro.
Entiendo que te quejes y preguntes “¿cómo que ‘en el futuro’, si lo estoy sintiendo ahora?” Por eso te explicaba que esto se consigue tras una gran introspección: conseguirás ver esta silueta del miedo cuando también puedas ver las demás siluetas de tus emociones. Una de ellas será el miedo, pero habrá muchas más, y las mejores podrás disfrutarlas en el presente: la calma, la paz y el amor.
Aquí la clave es entender que no tienes que renunciar al miedo. No tienes que erradicarlo, ocultarlo ni olvidarlo. Tienes que poder verlo, tienes que poder observarlo, para entonces entender que puedes actuar sabiendo que está ahí y que puedes sentir cómo quiere acercarse al presente sin conseguirlo.
Amar sin temer sufrir
Debes tener claro una cosa: entre tú y la silueta del lobo (que se encuentra mucho más adelante que tú), hay un largo camino que deberás recorrer con Dios. ¿Y si en ese camino te dijera que no va a ser para tanto? ¿Y si supieras que no vas a caer o que, si caes, te recuperarás muy pronto? ¿Ves la similitud?
El Amor ya no necesita contrarrestar el miedo porque ya no temes sufrir. Ahora sabes que el Amor lo que hará inevitablemente será acompañarte a través del sufrimiento que pueda surgir. Pero con ese Amor ya no será tan grande ese dolor. ¿Lo ves? Es un maravilloso círculo virtuoso.
Decide vivir sin miedo
Yo he decidido vivir sin miedo. Ya he aprendido a descubrirlo intentando quedarse a mi lado. Pero yo sé que el lobo no controla los acontecimientos y que nunca llegará a estar tan cerca como lo está mi fe en la Vida y en Dios. Y no es una cuestión de creencia. Simplemente el miedo vive en un plano de existencia que nunca llegará.
En una entrada anterior te conté que el miedo se va quedando a las orillas de tu remanso de paz y que ya solo lo irás percibiendo en áreas muy importantes y puntuales de tu vida, que deberás resolver.
En mi caso esas áreas eran las que involucraban a mis hijas. Viajé a su estado, en otra parte del país y, allí, cuando las volví a ver, supe que debía contarles una dolorosa verdad para poder avanzar sin miedo a las consecuencias, porque una Verdad, Dios, me acompaña en mi camino a cualquiera de las posibilidades.
Si has aprendido a aceptar todas las posibilidades, ahora podrás entender que el miedo solo puede observarte a ti, atormentarte solo si dejas que te manipule, porque la verdad es que ninguna de las posibilidades las controla él. Una de las muchas posibilidades será la que vivas y la experimentarás acompañado por Dios.
El miedo, tu eterno testigo
El miedo seguirá siendo testigo sin poder acercarse más. El lobo seguirá siendo la constante figura en el horizonte, más allá del presente, intentando experimentar la realidad a través de tu mente, pero sin poder acercarse a tu corazón, que vive en el eterno presente.



